Con la llegada del buen tiempo y el aroma a primavera en el aire, Chulilla se prepara para vivir una de sus celebraciones más emblemáticas y queridas: La Enramà. Una tradición centenaria que ha pasado de generación en generación.
La festividad arranca oficialmente el lunes de San Vicente, este año 28 de abril, con la presentación de los nuevos protagonistas de La Enramà: los mayorales y las obreras, jóvenes de entre 17 y 22 años, encargados de organizar y mantener viva la esencia de la fiesta. Junto a ellos, también se presentan las florericas, dos niñas de entre 4 y 7 años que simbolizan la frescura e inocencia de la tradición. Esa misma tarde, en la plaza de la iglesia, los mayorales entrantes y salientes bailan la jota, dando así el pistoletazo de salida a semanas de celebración.
A partir de ese momento, cada noche, el sonido profundo y ancestral de las caracolas comienza a resonar por las calles del pueblo. Los mayorales y sus amigos se sitúan en enclaves estratégicos como La Peñeta o el mirador, donde la acústica permite que todo el pueblo escuche ese aviso sonoro: La Enramà se acerca.
La fiesta alcanza su punto álgido el primer fin de semana de mayo. La mañana del sábado 3, tiene lugar uno de los momentos más espectaculares: la entrada de La Enramà, cuando los mayorales, montados a caballo y acompañados por sus cuadrillas, regresan desde las riberas del río cargando ramas de chopo cortadas especialmente para la ocasión. Es una escena que mezcla tradición, naturaleza y emoción, y que rinde homenaje al papel fundamental del caballo, animal imprescindible en esta fiesta.
Ya por la tarde, los vecinos se congregan para asistir a "Las Grupas", una romería ecuestre en honor a la Virgen, que serpentea por las calles más estrechas y antiguas del casco urbano de Chulilla, llenando de fe, música y color el entramado del pueblo. Al anochecer, el protagonismo recae en la voz popular con "Los Mayos", un canto en prosa que recoge, con humor e ironía, los acontecimientos más relevantes ocurridos en la localidad a lo largo del año. Una auténtica crónica oral colectiva que hace reír, recordar y compartir.
Tras los cánticos, los mayorales ofrecen una generosa degustación de pastas típicas, mistela y vino rancio para todo el pueblo y los visitantes, reforzando ese espíritu hospitalario que caracteriza a la gente de Chulilla.
El domingo 4 llega otro de los momentos más esperados por vecinos y curiosos: "El Pollo". En este acto, los futuros mayorales y amigos de los actuales forman torres humanas con el objetivo de alcanzar un jamón y un rollo de pan colgados en lo alto. Antiguamente, lo que pendía de la soga era un pollo vivo, lo que dio origen al nombre del acto y a multitud de anécdotas en torno a las rivalidades entre cuadrillas.
Una vez concluida esta exhibición, las obreras reparten reguiño y chocolate para todos los asistentes, cerrando así el ciclo central de la festividad.