"És un equip de primera nostre Valencia Club de Futbol, que lluita per a defendre en totes bandes nostres colors. En el Camp de l'Algirós ja començàrem a demostrar que era una bona manera per a Valencia representar. Amunt Valencia, Visca el Valencia, és el millor".
El himno que resuena en cada partido en Mestalla apela a la historia del Valencia CF aludiendo a un estadio que constituye un vestigio del pasado y, sobre todo, invocando un sentiment que, aunque marchito, sigue vivo. Ni siquiera el desapego que ha generado entre la afición la 'gestión' desarrollada por el actual propietario singapurense lo ha eliminado. Simplemente lo ha atenuado o reconvertido en patiment.
"Antes decíamos que siempre nos quedará el Valencia", comentaba un amigo en una reciente comida en la que cada cual contaba sus males o sus decepciones. Por encima de ellas, a modo de consuelo permanente y de apostilla clásica, se elevaba la ilusión por ver cómo quedaba el equipo más laureado de la capital en su siguiente partido.
La duda radica en quién y cómo dará el susto
Ahora la duda radica en qué jugador dará el susto con una cantada garrafal que nos privará de dos o tres puntos, como ha sucedido en los últimos encuentros contra Valladolid, Real Madrid o Sevilla. La esperanza no se pierde; no obstante, a quien ha visto al Valencia CF ganar finales de Supercopa de Europa o celebrar ligas en la plaza del Ayuntamiento, contemplar abatido cómo su equipo ocupa la última plaza de la clasificación con grave riesgo de descolgarse y dejar de ser de Primera resulta demasiado dramático.
Y comprendo que también le parezca inverosímil a algún joven aficionado que no haya disfrutado de esos momentos de gloria escuchar que el Valencia CF fue el mejor en el ranking UEFA de 2004.
Ya apenas resta ánimo y la desesperanza empieza a cundir. "Units com sempre, els valencianistes et seguirem, en cada estadi per a que triomfes, t´animarém". Cuesta aplicar esta estrofa del himno. Ya supone un gran esfuerzo ir a Mestalla –que, pese a todos los sinsabores, se llena en cada partido- y un suplicio seguir en directo por televisión cada encuentro por lo desesperante del juego y la frustración que generan los fallos.
Este panorama no puede soportarse. Valencia, la ciudad, la provincia, necesita una bandera a la que aferrarse. Esta temporada resulta horrorosa existencialmente. La DANA –o riada si optamos por el vocablo más castizo- ha destrozado vida, enseres y esperanza. Ha cubierto de una nube nigérrima e invisible nuestras mentes y nos ha cercenado la alegría.
Ilusión necesaria
Ahora más que nunca necesitamos ilusiones (me disculpo por esta intromisión de la primera persona en mi calidad de valencianista entristecido y presidente de una peña del Valencia CF que he sido) compartidas. Y no me refiero a las que surgen de los buenos de inicio de año, que son más individuales. Hace falta que ese sentiment rebrote. Y, ante todo, que el equipo que ganó las ligas de 2002 y 2004 no socave todavía más el ánimo colectivo -sobre todo para los aficionados al fútbol- como tan a la ligera lo está haciendo especialmente esta temporada.
El Valencia CF es un motor turístico y social. Más allá de su desarrollo deportivo, constituye un emblema de la ciudad capaz de aglutinar a aficionados de toda la provincia y del conjunto de la Comunitat Valenciana. No puede hundirse sin remedio en los tiempos en que más se necesita que flote.
La institución, los jugadores… no sé hasta qué punto calibran su valor en el imaginario colectivo, su aportación anímica. Para bien o –como ocurre en la actualidad- para mal cuando sus derrotas ahondan en la desazón general valenciana.
"En la capital del Túria és el Valencia qui vist de blanc i defén la camiseta ple de coratge per a guanyar". Continúa el himno aludiendo a un coraje que ha de ser siempre irrenunciable. Incluso ahora, en el peor de los escenarios. Para revertir la situación, aunque arrastre la épica postrera de 1983, con aquel mítico gol de Miguel Tendillo en el último partido contra el Real Madrid.
"En Mestalla continuarem sempre esforçant-se per a triomfar i les glòries arribaren i en competència continuaràn. Amunt Valencia, Visca el Valencia, és el millor". Evidentemente, ya no es el mejor. Ni está entre los mejores. Pero sigue representando a Valencia. Y Valencia, como ente colectivo, necesita en lo que resta de esta temporada más que nunca la versión competitiva del Valencia CF, la que despierte la esperanza en un ambiente de tristeza. No queda margen para sucumbir ante más errores.