Albadas de Ademuz. Diciembre de 2024 (foto propia, in situ, oculto la cara del niño). /EPDA
El Rincón de
Ademuz, enclavado entre Valencia, Teruel y Cuenca, es una tierra
dura, áspera y fría, de aliagas, piedras y romero, donde las
tradiciones culturales permanecen vivas en las voces de sus
habitantes. Una de sus manifestaciones más genuinas son las albadas,
composiciones líricas que emergen del imaginario colectivo y se
cantan, especialmente, durante la Navidad.
Estas
composiciones, sencillas en su forma y profundas en su significado,
son más que canciones: son el reflejo de una identidad compartida
que ha pasado de generación en generación. Aunque arraigadas en la
cultura local, las albadas presentan concomitancias con otras formas
de lírica tradicional de la Península Ibérica, tales como las
albas provenzales, los romances castellanos o las antiguas jarchas
mozárabes. Todas ellas comparten un mismo origen: la transmisión
oral y la celebración de la vida en comunidad.
Desde mi
experiencia como profesor de literatura, encuentro en estas
composiciones una riqueza única que permite analizar las
intersecciones entre tradición y literatura, mostrando cómo lo
popular y lo poético convergen en el acto de cantar.
La
tradición viva: El rito de las albadas en Ademuz
En Ademuz, las
albadas alcanzan su punto más emotivo durante la Nochebuena. Esa
noche, los jóvenes del pueblo, conocidos como los quintos, recuperan
una tradición ancestral tras la Misa del Gallo. Armados con
guitarras, bandurrias y panderetas, recorren las calles entonando
versos que mezclan deseos de prosperidad con alusiones humorísticas
y personalizadas para cada familia.
Pero este rito
constituye mucho más que una pachanga o pasacalle. Es un verdadero
acto de unión, donde la música y la palabra tejen lazos entre
vecinos. Los versos, pensados con ingenio y cariño, mezclan bromas,
afecto y buenos deseos, convirtiéndose en un retrato festivo de la
vida del pueblo.
Esa conexión
con el entorno y las costumbres locales se refleja también en versos
como los de José Hernández 'El Mateo', donde el río Turia y la
huerta de Ademuz cobran vida poética:
"El Turia besa la
huerta,
Soto, Botiar y Guerrero,
en
la Vega se remansa,
pasa el Molino corriendo."
(Fuente: José Hernández 'El
Mateo', Ademuz)
Estos versos capturan la íntima
relación de la comunidad con su tierra, sus paisajes y sus
tradiciones. La albada se convierte así en un testimonio vivo de la
identidad de Ademuz, donde la naturaleza y la memoria popular se
entrelazan.
Las albadas de
Ademuz se distinguen por:
Métrica
popular: Predomina el verso octosílabo, a veces combinado con
versos de seis sílabas, lo que aporta un ritmo ágil y cercano.
Contenido
personalizado: Los versos se adaptan a cada familia, mezclando
afecto y humor.
Participación
colectiva: La alternancia entre solista y coro refuerza el carácter
comunitario.
Carácter
ceremonial: Aunque festivas y ligeras, son un gesto de respeto y
buenos augurios.
Albadas
y poesía oral: Un diálogo con la historia
Desde una
perspectiva literaria, las albadas de Ademuz no son un caso aislado.
Se insertan en una larga tradición de poesía oral que ha pervivido
en la Península Ibérica a lo largo de los siglos. Su análisis
permite establecer paralelismos con otras manifestaciones poéticas
que también surgen del pueblo:
Las albas
provenzales:
Composiciones medievales que narraban la separación de los amantes
al amanecer. Aunque su temática es más íntima, comparten con las
albadas la musicalidad y la celebración de momentos clave del día.
Los
romances:
Narraciones épicas transmitidas oralmente. Al igual que las
albadas, emplean el octosílabo y son un reflejo de la memoria
colectiva, aunque los romances tienden a centrarse en grandes gestas
y las albadas en la cotidianidad.
Las
jarchas mozárabes:
Breves poemas líricos insertos en composiciones árabes y hebreas
medievales. En mis clases de literatura suelo destacar cómo estas
pequeñas piezas, a menudo de tono amoroso, revelan la fusión de lo
culto y lo popular, algo que también hallamos en las albadas.
Patrimonio
cultural y memoria colectiva
Hoy más que
nunca, preservar estas tradiciones supone proteger un patrimonio
cultural que define la identidad de Ademuz. En tiempos de
globalización, donde las costumbres locales corren el riesgo de
diluirse, las albadas son símbolo de resistencia y de orgullo
colectivo.
No se trata
solo de recordar el pasado, sino de mantenerlo vivo mediante la
tradición. Igual que la muerte de un padre revive en el hijo, no
solo como recuerdo sino como continuidad, cada verso cantado, cada
cuerda pulsada, es una afirmación de la memoria colectiva. Es la voz
de un pueblo que se niega a olvidar sus raíces.
Como profesor
de literatura, valoro especialmente cómo estas tradiciones orales
pueden integrarse en la enseñanza, no solo como objetos de estudio,
sino como ejemplos vivos de cómo la poesía nace y se adapta a su
contexto social. Invitar a los jóvenes a explorar y participar en
estas tradiciones es esencial para garantizar su continuidad.
Conclusión:
Las albadas, poesía de un pueblo
Las albadas de
Ademuz son mucho más que canciones navideñas. Son un testimonio
vivo de la poesía popular, de la unión entre palabra y música, de
la identidad colectiva que se renueva cada año.
En ellas
resuenan los ecos de antiguas formas líricas, pero también el pulso
vibrante de un pueblo que, generación tras generación, sigue
encontrando en la poesía oral la mejor forma de celebrar la vida y
la comunidad.
Difundir y
proteger estas expresiones culturales es una tarea compartida. Porque
en cada albada, late no solo la voz de Ademuz, sino la voz de toda
una tradición que se resiste a desaparecer.
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