La Hermana María Soler en el taller de Casinos con las alumnas. Año 1959. /EPDA Noviembre del año 2022. Me llega la noticia de que ha fallecido María Soler, Obrera de la Cruz. La Hermana Soler. Esta mujer ha formado parte de la historia de Casinos, ha estado presente en muchos momentos de la vida de nuestro pueblo, siendo un ejemplo de prudencia, educación y atención.
Su callada labor desde los años 1955 hasta 1983, que marchó de Casinos, para atender la Casa de Beniarrés, fue el sello de su vida. María, fue una mujer sencilla, dispuesta para todo y para todos, trabajadora incansable y nunca persiguió ni protagonismo ni distinción alguna.
La Hermana Soler, siempre te atendía con una sonrisa en la cara, haciéndolo todo fácil, intentando hacer lo imposible, posible. Esa casa de la calle Mayor 5 de Casinos, siempre tenía las puertas abiertas a todos.
La labor pastoral que hacían las hermanas en Casinos era tan amplia que llegaba desde la asistencia domiciliaria a enfermos, hasta visitas particulares, remediando situaciones extremas y en ocasiones afrontando el dolor de las familias como propio.
La hermana Soler, jamás dejó de atender a un vecino de Casinos, recuerdo momentos duros, ante la muerte de personas jóvenes, personas queridas por sus familias, momentos difíciles y allí estaba nuestra hermana socorriendo al necesitado.
Sus muchas horas en el Taller, en aquella cambra de la tía Quiqueta, a la que se accedía por la calle San Francisco, hizo que se granjeara las simpatías de las jóvenes y mujeres de Casinos.
¡Cuántas prendas de ropa y cuantos ajuares habrán salido de aquel recinto! Con que cuidado trataban las telas acariciadas con las manos y con la plancha… ¡Cuantas confidencias guardadas como oro en paño entra aquellas blancas paredes y pulcras manos!
Esa fue la vida de María Soler en Casinos. Los domingos a explicar el catecismo a las niñas y niños que se preparaban para Primera Comunión. Enseñar canciones al coro para ser cantadas en las celebraciones de la Parroquia, preparar campamentos, atender la casa y atendernos a todos.
Tengo muchos recuerdos de María, solo algunos caben en esta crónica. En el año 1973, se hizo una falla, por la gente joven del pueblo en el Cenáculo de Casinos y para obtener beneficio para la Parroquia, decidimos (que atrevimiento) hacer churros, buñuelos no, churros. La Hermana Soler se pasó el día cocinando en una pequeña habitación situada junto al patio de recreo, elabornado nuestro caprichoso invento, tragándose el humo de aceite que dejó empapada aquella habitación durante varios días. El resultado fue obtener un beneficio de cuatro mil pesetas que se entregaron a la Parroquia para las Obras del Nuevo Templo.
Cuando se hacía alguna función de teatro, ella siempre estaba a punto para los ensayos, para enseñar los bailes, para todo, menos para aparecer en público, teniendo siempre un papel principal, el importante como organizadora del acto, siempre actuaba en un papel secundario o terciario, no dejándose ver ante nadie, ni restando el protagonismo a nadie, aunque ella era uno de los motores del acto.
Llegó el día de su traslado y se fue de Casinos a Beniarrés, no dijo adiós a nadie. Ni siquiera cogió aquel coche Seat azul con el que aprendió a conducir en Casinos. Aquí dejó un trozo de su vida y el legado de su historia, sin hacer ruido, en silencio. Yo me enteré que se fue, porque llamó a mi abuela para decírselo como un gran secreto, encargándole que me lo hiciera saber, pero prohibiéndome cualquier manifestación escrita sobre su nuevo destino.
Después, pasado el tiempo nos encontramos en diferentes ocasiones, fui a verla a Beniarrés, a Altea y nuca perdí el contacto real o telefónico con la Hermana Soler. En 1997 el día nueve de julio, volví a Altea, a proponerle abrir de nuevo el taller de Casinos, pues había una empresa interesada en montar un taller de confección y entre los requisitos que pedían, estaba el de que la directora fuera una persona de vida consagrada. Recuerdo que concertamos la visita y me acompañó el Sacerdote de Casinos, D. José Siurana.
María Soler, se puso muy contenta al recibir esta noticia, mostró su predisposición a nuestra propuesta; recuerdo que abrió un pequeño monedero que tenía y me mostró una llave atada a un cordón, me dijo:”- esta es la llave de la casa de Casinos”. Siempre la llevó consigo. Como esta decisión (del taller) no dependía de María, nos indicó que habláramos con la Directora General, la que nos atendió muy bien a los pocos días, pero el resultado no fue posible por la falta de vocaciones.
Los años pasan implacables y la edad fue mermando la salud de la María. Me volví a encontrar con ella y con Rosario Melego, en la Residencia que tienen las Obreras de la Cruz en Moncada y efectivamente, María ya no era la Hermana Soler, físicamente se conservaba igual, pero la mente la tenía en otros lugares. Poco a poco la enfermedad se apoderó de ella y poco quedaba de lo que fue aquella buena mujer. Quedaba su sonrisa cuando le nombrabas Casinos, o unas lágrimas si le cantabas alguna de las canciones que tantas veces ella cantó desde el coro al lado del armónium.
¡Cuánta historia de tantos años quedaba reducida al recuerdo! Una mujer que lo dio todo y ahora necesitaba todos los cuidados. Poco a poco, como esa vela incandescente que primero con aceite y después con cera alumbraba en el Cenáculo de Casinos se fue difuminando su luz en el espacio.
Hermana Soler, tú nos enseñaste aquella canción: “Aunque el tiempo devore la tierra y el olvido sepulte la historia, en medio de todo perdura el amor…” Así es, te fuiste calladamente, sin avisar, sin poder decirte hasta la eternidad, pero tu amor por Casinos, lo llevaste hasta el último de los días en tu corazón, corazón amante y amado que jamás olvido sus raíces, que nunca dejo de rezar por Casinos y sus gentes.
María Soler, HERMANA SOLER, descansa en paz, por tu ejemplo, tu constancia, tu integridad, prudencia y por tu buen hacer a lo largo de tu vida.
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