Concentración feminista por el 8M en la plaza Cronista Chabret, Sagunt. / EPDA Un año más, desde el movimiento feminista del Camp de Morvedre nos preparamos para reivindicar el 8 de marzo, Día Internacional de las Mujeres. Este año 2022, será el primero en el que podamos conmemorar este día con cierta normalidad, después de años de fuertes restricciones por la pandemia en los que las fuerzas reaccionarias no han dudado ni un momento en criminalizarnos y cuestionarnos para intentar detener el avance imparable del feminismo. Sin embargo, podemos asegurar con rotundidad, que el movimiento feminista es hoy más necesario que nunca porque nuestros problemas, lejos de solucionarse, se han agravado durante estos años de pandemia.
La violencia machista sigue sin darnos tregua, cada día en nuestro país las mujeres sufrimos agresiones físicas, psicológicas o sexuales y discriminaciones por nuestra condición de mujeres. En lo que llevamos de 2022, hemos presenciado 12 feminicidios en nuestro país. En 2021 hubo 78 feminicios y se registraron más 400.000 actos de violencia sexual. Es una realidad que no podemos soportar más. Es el momento de que el movimiento feminista vuelva con fuerza a las calles para clamar por lo que, para nosotras, es tan evidente: queremos vivir iguales, libres, sin miedo y con dignidad.
Nos acordamos, especialmente, de las mujeres que no podrán estar con nosotras en la marcha del 8M porque tienen que cuidar. Los cuidados son un trabajo de 24 horas y 7 días a la semana que limita las vidas de muchas mujeres y que, sin embargo, jamás obtienen el reconocimiento social que merecen. Somos seres dependientes y sin cuidados no podemos vivir, desde que nacemos hasta que morimos, necesitamos de los cuidados de otras personas. Los cuidados mueven el mundo y esa carga recae esencialmente sobre las espaldas de las mujeres. Hacemos un trabajo tan imprescindible como silencioso, invisibilizado y desprestigiado, pero que es fundamental para sostener la vida.
Según el estudio ‘Coste de oportunidad de la brecha de género’ las mujeres dedican entre 2 y 3 horas más al día al cuidado del hogar que los hombres. Esto nos aboca a una doble jornada; laboral y doméstica, que nos impide disfrutar de tiempo libre para desarrollarnos o para organizarnos en la lucha por nuestros derechos. Al sistema patriarcal le viene demasiado bien que ocupemos todo nuestro tiempo trabajando dentro y fuera de casa, sin un respiro para militar y participar del movimiento feminista. Además, estamos hartas de ver a mujeres que colapsan física y mentalmente, agotadas, por un trabajo que no acaba nunca. ¿Quién cuida a las que cuidan? Tienen que ser las administraciones públicas las que protejan a las mujeres y ofrezcan recursos. Exigimos políticas públicas de cuidados ambiciosas que aligeren el peso que soportamos las mujeres, así como un reparto equitativo de las tareas de cuidados y del hogar.
En este 8M también somos la voz de las mujeres migrantes que, despojadas de derechos, se ven abocadas a trabajos precarios, pobreza y exclusión social. Seguimos pidiendo la derogación de la Ley de Extranjería y el cierre inmediato de los CIE. Un país que se presupone moderno y avanzado de ninguna forma puede permitir que haya ciudadanas de primera y de segunda, el lugar de nacimiento no puede ser un factor determinante para la negación sistemática de derechos. El acceso a una vida digna tiene que primar sobre todas las cosas.
El movimiento feminista nos necesita a todas. Los brazos del feminismo tienen que abrirse más y más para abrazarnos a todas y cada una de las mujeres. Todas tenemos que estar dentro y, lo más importante, todas tenemos que sentir el calor y el cariño de ese abrazo. Mujeres migrantes, trans, niñas, racializadas, precarias, LGTBIQ+, mayores, cuidadoras y dependientes… Este espacio tiene que ser de todas y el respeto hacia la diversidad y las diferentes necesidades de las mujeres que integran el movimiento tiene que ser la principal bandera de nuestra lucha. Vamos a una en la reivindicación de una vida digna para todas. Este 8M vamos a volver a unir nuestras voces en un solo grito.
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