1993 I Audiencia. /EPDAEra enero de 1993 cuando un atrevido viajero se presentó en Roma con la intención de conocer al Santo Padre Juan Pablo II.
¡Que atrevido fui desde el momento que tuve aquella ocurrencia, pero cuanto empeño puse en hacerla realidad!
Llegue a Roma un sábado por la tarde, el lunes pude entrar en Secretaría de Estado y conocer a grandes personas que se han convertido en grandes amigos y gracias a una carta que allí mismo pude escribir, esa misma tarde avisaron al hotel donde me hospedaba, para que la mañana siguiente a las 6,30 estuviera en el Portone di Bronzo, para participar en la Eucaristía de esa mañana con el Santo Padre.
Tener un encuentro con Juan Pablo II para mi fue una experiencia única. Tenerlo a mi lado, contemplarlo arrodillado en oración, participar en la Eucaristía, compartir sus silencios visualizando su mirada, es algo que no te deja indiferente.
Al final de la celebración nos pasaron a los asistentes a una sala y nos pusieron en fila, el Santo Padre saludo uno a uno a todos, a mi me pusieron el último, a pesar de mis intentos de quedarme en la puerta, pues entré a la sala el primero, aunque puse fin al besamanos, afortunadamente.
El Papa, había leído mi carta y empezó a interesarse por aquello que yo le había relatado. El Santo Padre me miraba a los ojos, su sonrosada cara adornaba una sonrisa de complicidad y en ese momento creo que de forma providencial comenzó una cadena afectuosa.
Recuerdo que le obsequié con peladillas y turrones y una estampa del Santísimo Cristo de la Paz, que él correspondió enviando una Bendición Apostólica a la Parroquia de Santa Bárbara de Casinos, en el mes de julio de ese año, con motivo de entronizar al Stmo. Cristo de la Paz en su retablo.
A partir de ese momento se sucedieron las visitas a Roma y en diferentes ocasiones pude saludar al hoy san Juan Pablo II.
Para anunciar mi llegada a Roma, tenia permiso para llamar al Palacio Apostólico y cuando descolgaban el teléfono y preguntaban: ¿-A quien debo anunciar? La respuesta en mi mal pronunciado italiano era “-il sindaco del torrone” (el Alcalde del Turrón).
¡Cuantos recuerdos desde 1993 hasta el año 2005! Cuantos momentos vividos y compartidos con esas personas que me acompañaron en esos viajes… algunos ya están en la eternidad. Aunque, gran fortuna la mía de haber conocido a un Santo.
El Viernes Santo de ese año, la televisión enseñó el lado solitario del Papa en su capilla abrazado a una cruz. Cuando acabo el Vía Crucis llame por teléfono y hablé con S.E. Don Estanislao, su Secretario de toda la vida, el que me confirmó el precario estado de salud del Papa.
Pocos días después lo vimos asomarse a la ventana, el miércoles, día de la Audiencia General, quería decirnos “-hasta la gloria”, no pudo hablar, entrando en ese camino hacia la eternidad, siendo el sábado día 2 de abril a las 21,37 horas, cuándo S. E. el Cardenal Secretario de Estado D. Angelo Sodano, anunciaba al mundo la triste noticia de su muerte.
Juan Pablo II ha sido el Papa, nuestro Papa. Personalmente he tenido la suerte de poder acompañarle en su proceso de Beatificación y Canonización, he visitado en diferentes ocasiones Cracovia pudiendo conocer de cerca quien fue San Juan Pablo II.
Cuando voy a Roma, siempre hay un encuentro en el Altar de San Sebastián en la Basílica de San Pedro, con un amigo, el amigo que allí descansa y que sobre un mármol blanco tiene grabado su nombre “SANCTUS IOANNES PAVLVS PP. II”.
Hoy recordamos a Juan Pablo II el Papa que nos recuerda cada momento aquello de “¡No tengáis miedo!”
Enero 2005 última Audiencia. /EPDA
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