La valla de la polémica en la plaza del Ayuntamiento. Foto: José Bravo Como diseñador de la
Falla Municipal de Valencia, ante el malestar suscitado en parte del colectivo
migrante, me siento en la obligación de emitir un comunicado de reflexión y
autocrítica que permita añadir otra capa de contexto en el proyecto presentado
en la plaza del Ayuntamiento.
Las fallas han sido
tradicionalmente un espacio de crítica social comprometida con la realidad de
cada momento; un espejo en el que se han reflejado las verdades incómodas que
nos interpelan como sociedad; un altavoz abierto en el que mostrar nuestras
vergüenzas y contradicciones.
Si bien así han sido
las fallas tradicionalmente, la verdad es que en los últimos años, este aspecto
esencial, ha menguado progresivamente dejando mayor espacio a un alarde
preciosista de destreza y producción técnica. La ironía, la sátira y la crítica
están pasando a un segundo plano ante la llegada de espectaculares figuras,
equilibrios imposibles y colores infinitos.
Mi propuesta de este
año para la Falla Municipal de Valencia fué escogida hace un año por un jurado
independiente no vinculado directamente con ningún partido político. Mi apuesta
era demostrar que es posible hacer una falla bella y monumental, sin abandonar
la sátira y crítica social que siempre caracterizó esta cultura. "Dos palomas,
una rama" muestra dos palomas enfrentadas por una rama de olivo y aborda
con ironía la contradicción que conlleva hacer una guerra en nombre de la paz.
Acompañando a la figura principal se disponen 9 escenas que de una u otra
manera, señalan algunas de las contradicciones que nos azotan como sociedad.
Una tortuga ninja atrapada en un plástico de los que sujetan las latas de
refrescos; dos hombres prehistóricos intentando hacer fuego con un teléfono
móvil; o unos migrantes saltando la valla de la mascletá. Esta última es la
imagen que ha suscitado la polémica.
En esta escena se
muestran cuatro subsaharianos saltando una valla, que bien podría ser la valla
de Melilla, reproduciendo una imagen muy simbólica que desafortunadamente todos
tenemos muy presente. Esta imagen se completa en la plaza cada día a las 14.00
horas cuando detrás de la valla tiene lugar la mascletá en la que el humo, la
pólvora y el estremecedor sonido nos lleva a lo que bien podría entenderse como
un escenario de guerra. Con esta escena, mi intención era justamente la de
señalar el racismo estructural de una sociedad y un país que criminaliza la
llegada de migrantes sin cuestionarse los motivos que les lleva a estos a tomar
la dramática decisión de abandonar su lugar de origen.
Los 4 migrantes
presentados sobre la valla son subsaharianos porque es esta población la que
más sufre esta discriminación. Se ven obligados a salir de sus países, a dejar
a sus familias, a sus vecinos y amigos, su casa y su tierra, en muchas
ocasiones empobrecida por la explotación occidental, o sufriendo las
atrocidades de la guerra. Atraviesan, en condiciones adversas, países y
desiertos y terminan arriesgándose a morir en pateras o saltando vallas, cada
vez más altas y peligrosas, para llegar a los países occidentales en los que
son mal recibidos. Algunos mueren de las heridas causadas con las concertinas
en las vallas, otros son devueltos en caliente "ilegalmente" o
encerrados en los CIES en condiciones infrahumanas.
La mayoría de estas
personas tienen grandes dificultades de tener un trabajo digno, o de llegar a
conseguir la nacionalidad española. Son explotados de manera ilegal en los
trabajos que nadie quiere: invernaderos, agricultura temporera, o top manta.
Son observados con desconfianza.
En la escena que propongo
para esta falla, el protagonismo no versa sobre las figuras de los migrantes
que por sí solas no construyen una narrativa. Es la valla y, sobre todo, lo que
sucede tras ella lo que nos invita a entender que estas personas arriesgan su
vida huyendo de una tragedia de la que, directa o indirectamente, somos todas
responsables. Los fuegos y explosiones de la mascletá que todos miramos con
entusiasmo, bien podrían representar una de las guerras que obliga a
desplazarse diariamente a miles de personas. Es aquí donde el espectáculo se
convierte en crítica social. Es aquí donde la realidad se filtra en las grietas
de la ficción. Es aquí donde los monumentos falleros recuperan el compromiso de
reflejar aquellas verdades incómodas a las que, como sociedad, preferimos no
mirar.
A pesar de las
intenciones bajo las que se ha construido esta pieza, la poesía nunca fue un
discurso cerrado, sino más bien todo lo contrario. Es el espectador quien, con
la configuración de su mirada, completa la experiencia de una imagen.
En este caso concreto
el colectivo "Resistencia Migrante Disidente" ha entendido que la
escena de los migrantes es una "espectacularización del racismo
institucional y una tokenización de las vidas negras y racializadas".
Entiendo que mi intención detrás de la escena no justifica el impacto negativo
que haya podido tener y pido por ello disculpas a los colectivos afectados. Con
mi trabajo siempre he intentado apoyar y reconocer la lucha de colectivos
políticos activos por avanzar en un camino común de empatía y solidaridad.
Aplaudo pues la crítica y la reflexión en torno a la falla presentada este año;
que veo como una oportunidad para abrir un diálogo necesario sobre el uso del
espacio público como espacio crítico y de reflexión. A su vez siento que esta
situación me ayuda personalmente a repensar mi práctica y a cuestionarme la
relación de mi trabajo con las diferentes capas de realidad que lo
sostienen.
Suscribo firmemente la
premisa de que ningún ser humano es ilegal y espero que este incidente pueda
ayudar a mantener abierto el debate sobre nuestra participación y
responsabilidad en torno a políticas que agreden la integridad y los derechos
de cualquier persona.
El arte es una ficción que nos
acerca a la realidad. Las fallas son cultura y festividad, pero también son
sátira y crítica social; son una expresión de la vida en el
espacio público y,
como tal, son el reflejo de todas y cada una de las capas que la construyen.
Repensando las fallas, repensaremos también el lugar que ocupamos en este
complejo entramado que es la ciudad. Entendiendo nuestras diferencias, podemos
avanzar juntas en un mismo camino. Dos palomas, una rama
de olivo.
Dos palomas, una rama de olivo
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