La producción de la ópera Madama Butterfly, de Giacomo Puccini, representada hoy en el Palau de les Arts de Valencia, ha puesto de relieve la dignidad de la muerte ante la destrucción de los valores humanos, con una protagonista, la soprano letona Marina Rebeka, que ha realizado una soberbia interpretación de Cio-Cio-San, la geisha que, tras comprobar la falta de ética de quien ha sido su esposo, La
producción de Emilio López traslada la acción desde las últimas décadas del
siglo XIX al final de la segunda guerra mundial, con unos primeros compases de
la ópera ilustrados con imágenes del presidente norteamericano Franklin D.
Roosevelt, de la aviación nipona y simbología nazi, además de la explosión de
la bomba atómica que arrasó Nagasaki, precisamente la ciudad en la que discurre
la acción Madama Butterfly.
Marina
Rebeka encarnó de forma prodigiosa a la inocente jovencita que, en un
matrimonio de conveniencia, se casa con un teniente de la marina
norteamericana, del que se enamora profundamente pese a las diferencias
culturales, pero que, tras ser abandonada, se transforma en una mujer que no se
deja avasallar cuando su esposo, que se ha vuelto a casar en Estados unidos, se
presenta tres años después y quiere llevarse al hijo de ambos a su país.
La
voz de Rebeka brilló por igual en las escenas de amor inocente y apasionado del
primer acto, como derrochó emoción y espiritualidad durante los pasajes de
espera en medio de la desolación, anhelando una vuelta de su marido. Su sentida
aria "un bel di vedremo" fue ampliamente aplaudida por el público.
En
el tercer acto puso de relieve su faceta dramática, sacando a relucir una mujer
orgullosa y despechada que rubricó de forma notable con la escena "Tu? Tu?
Piccolo iddio", que le lleva a exclamar "todo ha muerto para
mi", una vez que ha decidido darle el hijo a su esposo a costa de su
propia muerte.
Frente
a ella se situó el tenor cordobés Marcelo Puente, que sustituyó a última hora a
Piero Pretti aquejado de una laringitis, que encarnó al teniente Pinkerton, un
hombre caprichoso, irresponsable y que no respeta los sentimientos ni las
tradiciones, pues considera a Cio-Cio-San, la joven madama Butterfly, como un
juguete con el que mitigar su soledad lejos de su país y con el que satisfacer
sus deseos sexuales.
Con
frescura e intensidad de voz, esa personalidad de seductor inconsciente quedó
de manifiesto desde el principio con su aria inicial "Amor e grillo",
aunque finalmente se avergonzará de su comportamiento y se sentirá culpable de
su comportamiento frívolo.
Junto
a ellos hay que destacar dos actuaciones notables: la de la mezzosoprano
valenciana Cristina Faus, como la fiel Suzuki, y el barítono Ángel Òdena, como
el cónsul Sharples, especialmente convincente en la escena de la carta. Mención
también para Mikeldi Atxalandabaso, que dejó patente su atractiva voz en el
breve papel de Goro.
Buena
dirección musical de Antonino Fogliani al frente de la Orquesta de la Comunidad
Valenciana, con un Coro de la Generalitat en su buena línea habitual, con
momentos de gran sensibilidad como el canto "a boca chiusa" al final
del acto segundo.
En
esta producción del Palau de Les Arts, que ya se estrenó al inicio de la
temporada 2017-2018, la escenografía reproduce una casa modular japonesa, que
en el primer acto está flanqueada por una tupida red de flores de cerezo, y que
en los actos segundo y tercero se convierte en un paisaje gris ceniciento,
provocado por la bomba atómica que destruyó Nagasaki en 1945, y que se
convierte en símbolo de la destrucción moral que sufre Cio-CIo-San y el propio
Pinkerton.
Con
el aforo completo y público con mascarillas, esta nueva representación de
Madama Butterfly despertó el interés de los políticos de la Comunidad
Valenciana, ya que acudieron desde el presidente de la Generalitat, Ximo Puig,
a los consejeros Gabriel Bravo, Vicent Soler y Rafael Climent, el diputado de
Compromís Joan Vicent Baldoví y la secretaria Autonómica de Cultura, Raquel
Tamarit, entre otros.
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