Imagen de la Cordà de Paterna./EPDA“Foc, foc i foc en el últim diumenge d’agost. Entre coets, femelletes i coetons, el poble de Paterna fa la millor Cordà del món” dice el himno de la Cordà y así ha sido otro año más. El carrer Major de Paterna se ha vuelto a engalanar para disfrutar de una velada vibrante y fogosa, en la que se han disparado 1.000 kilos de pólvora y 70.000 cohetes en exactamente 21 minutos y 44 segundos.
La espera y los nervios “buenos”
Desde primera hora de la tarde ya se respiraba en las calles del municipio la expectación de lo que estaba por venir. El pasacalle de cohetes de lujo, celebrado a las 22:00 horas, marcó el preludio del gran ritual de fuego. Vecinos y visitantes paseaban por la calle más emblemática de Paterna, todavía despejada, conscientes de que en apenas unas horas se transformaría en el epicentro de la Cordà. Todo formaba parte de un modus operandi que va más allá de la pólvora. Una liturgia compartida que cada año, a finales de agosto, vuelve a cobrar vida como lleva haciendo desde hace más de dos siglos.
La entrada del camión
A medianoche y con el carrer Major ya cerrado, los tiradores ingresaron en la vía jaleándose unos a otros, preparados para hacer “lo que mejor saben hacer” según Vicente Pla, el Coeter Major. Empezando por el extremo más cercano a la gasolinera Tres Caminos, los protagonistas comenzaron a descargar los cajones a lo largo de la vía. De esta manera, a falta de una hora para el comienzo, 70.000 cohetes distribuidos en 127 cajones ya descansaban a lo largo de la calle. Cuatro tipos diferentes de cohetes —cada uno con su carácter y función— aguardaban su momento bajo la supervisión de los organizadores. Custodiados hasta la medianoche en un camión vigilado por la Policía Local, los cajones fueron colocados cuidadosamente sobre el asfalto, numerados y asignados a cada grupo de tiradores. La madera, fabricada este año por un carpintero local, guardaba dentro el material de trabajo con el que más de 350 “fills i filles del foc” iban a otorgar sentido a la noche más mágica del año en Paterna.
Precisamente, en el momento de la llegada del camión, se han vivido momentos de tensión en el carrer Major. Justo entonces, una mujer ha sacado una tela blanca en la que ponía “La Cordà nos daña las casas”, quejándose de la situación en la que los cohetes dejan las fachadas de los edificios a pesar de la protección existente. Desde las viviendas de enfrente, un hombre ha comenzado a gritar en numerosas ocasiones “Visca la Cordà”, lo que ha acallado las protestas de la mujer debido a que más personas se han sumado a su vítor.
La seguridad, piedra angular
En esta edición, la organización puso de nuevo el acento en la seguridad. El alcalde, Juan Antonio Sagredo, quien también es tirador, lo resumió con claridad: “El mayor éxito de la Cordà de Paterna, y por eso ha sido reconocida como Fiesta de Interés Turístico Nacional, es la seguridad. Tenemos la responsabilidad de que todo el mundo que ama la pólvora nos está mirando y, por lo tanto, debemos garantizar cada año más protección”.
El Ayuntamiento incorporó novedades como la implantación de la bengala azul, que permite detener el disparo en caso necesario, y focos antiniebla para mejorar la visibilidad en medio del humo. Sagredo también destacó que el municipio es pionero “en combinar las normativas europeas con las locales para seguir proyectando la Cordà, no sólo como tradición cultural, sino como referente pirotécnico de Paterna”.
La cuenta atrás
Una vez colocados los cajones, empezó la verdadera cuenta atrás. Los tiradores, vestidos con el traje de cuero protector y el casco metálico, repasaban sus roles: abrir cajón, sujetar mecha, encender, vigilar las espaldas. La germanor se palpaba en cada gesto. En un mismo “caixó”, que aglutinaba a unas seis personas de media, podían encontrarse veteranos que llevan décadas participando y jóvenes debutantes que afrontaban con respeto y adrenalina su primera Cordà. El ambiente era de tensión, ilusión, abrazos de ánimo y consejos de última hora. Afuera, la muchedumbre aguardaba a que llegara el momento tan esperado. Por su parte, los vecinos de los balcones se vislumbraban entre las rejas y maderas que protegen sus casas. Unas rejas y maderas que, llenas de tizonazos negros de otros años, dejaban entrever la batalla que estaba por librarse.
El estallido del fuego
Y llegaron la 01:30 horas de la madrugada. Minutos antes, el Coeter Major recorrió de extremo a extremo la calle con su corneta para avisar que el espectáculo debía comenzar en breves. Entonces, el silencio se apoderó de Paterna durante unos segundos. La bengala verde rasgó la oscuridad y, de inmediato, el carrer Major se transformó en un universo paralelo. Una nube blanca, densa, se levantó sobre el asfalto y los primeros cohetes salieron disparados como lanzas furiosas.
Las “femelletes” surcaban el cielo, dibujando trayectorias imprevisibles sobre los tejados, mientras que los “coetons” explotaban a ras de suelo, creando la sensación de que el la superficie era fuego. La calle entera se convirtió en una simbiosis en la que cada tirador aportaba su energía a un retumbar común. El humo impregnaba cada rincón, el estruendo no cesaba, y aun así, lo que se respiraba era armonía: la de un pueblo que convierte el caos del fuego en coreografía milimétrica.
Mujeres, protagonistas de esta edición
Este año, además, la Cordà volvió a hacer historia con la participación de 103 mujeres, la cifra más alta alcanzada hasta la fecha. Su presencia creciente en la fiesta simboliza cómo la tradición se renueva y abre camino a nuevas generaciones sin perder un ápice de autenticidad. Hombro con hombro con sus compañeros, las tiradoras demostraron que la Cordà no entiende de géneros, sino de pasión compartida.
Una emoción colectiva
El público, que de vez en cuando tenía que apartarse para no ser alcanzado por los cohetes que se escapaban, se mostró maravillado con el espectáculo. En efecto, resulta difícil poner palabras a lo que significa ver cómo el carrer Major se convierte en una coreografía de “femelletes” y “coetons” en la que cada chispa dibuja una trayectoria diferente a la anterior.
Tras el fuego, la satisfacción
Una vez pasó la bengala roja, se vaciaron definitivamente los cajones y se apagó el último cohete, los aplausos del público comenzaron a resonar al unísono del himno de la Cordà, como si la madrugada necesitara recuperar el aliento. La seguridad retiró las vallas y, tal y como manda la tradición, el pueblo de Paterna caminó por encima de los cohetes quemados. Lo que quedó entonces fue el humo impregnando la calle, las sonrisas de los tiradores, los abrazos de quienes habían compartido cajón y la sensación de haber vivido algo único en el mundo.
La Cordà de Paterna 2025 ya es historia. Un último domingo de agosto más, Paterna volvió a ser luz, ruido, tradición y orgullo. Una noche en la que la pólvora se convirtió en el lenguaje de un pueblo y una emoción colectiva. Una Cordà que, como dice el himno, “amb destreça, habilitat i valor és lema de Paterna per demostrar el que som”.
Comparte la noticia
Categorías de la noticia