Tras cumplirse 25 dÃas desde de las inundaciones provocadas por la DANA del pasado 29 de octubre, miles de voluntarios han vuelto a desembarcar en los pueblos del sur de Valencia, que encaran otro fin de semana de trabajo a destajo, el cuarto, para, con la ayuda de los equipos de emergencias, retirar lodo, vehÃculos y enseres de las calles.
Es durante los sábados y los domingos cuando más voluntarios atestan las calles de los municipios dañados, como Paiporta, la mayorÃa de ellos jóvenes que concentran sus labores en los dÃas de descanso, especialmente ahora que se han vuelto a reanudar las clases universitarias.
Desde Burriana llegan, a primeras horas de un sábado que ha amanecido encapotado, Javier, Miguel, Rubén y Adrián, que no superan los 20 años, acompañados de Isabel, de 34. En total, de su cuadrilla, han llegado unos 20 jóvenes, pero se dividen en pequeños grupos más operativos para abarcar más calles. Desde que llegan, ponen a disposición sus manos para ayudar con palas y escobas, especialmente en garajes y bajos.
"Mis amigos me habÃan contado lo que está pasando, lo mucho que necesitan que venga gente y al final a uno le nace venir a prestar ayuda", apunta Miguel. "Aquà te llevas una experiencia que es la realidad y que no se parece a lo que ves en la televisión", añade Adrián.
Javier, por su parte, señala que como ha estudiado auxiliar de enfermerÃa se ha pasado buena parte de estos dÃas curando pequeñas heridas que voluntarios y locales sufren durante los trabajos, y lamenta que durante los dÃas laborables el ritmo de la faena no pueda ser como el de los fines de semana.
"El problema es que la gente trabaja y no pueden venir todos los dÃas", resume. A lo que Miguel agrega que persona que ven "persona a la que le preguntamos qué necesita". "Venimos preguntamos, y sentimos lo que pueden sentir ellos, no es lo mismo que verlo desde fuera", insiste.
Muchos de los trabajos para los que los voluntarios prestan sus manos aún se centran en el interior de los bajos y en dilucidar junto a sus dueños qué enseres desgastados por el lodo conservar y cuáles tirar.
Otra de las imágenes, muy cerca del Ayuntamiento de Paiporta, es la cadena humana que se va pasando cubos y cubos de barro procedentes de un bajo comercial y que acaban uno a uno en el barranco del Poyo, con un ritmo imponente.
Otros, con ayuda de maquinaria, hacen lo mismo pero con pequeños tractores, sobre todo. El trabajo parece lento, por las dimensiones de la tragedia, pero los voluntarios tienen la sensación de que, poco a poco, se van ganando pequeñas batallas y, aunque el paisaje general pueda no variar a simple vista, cada dÃa se conquistan nuevas zonas sin barro.