Valencia amaneció cubierta, buena sintonía según el maestro Rafael de Paula: "Lo que cae del cielo, templa". A las doce en punto nos dimos cita, como ya viene siendo habitual, para ver el apartado de las reses a lidiar por la tarde. Máxima expectación.
Lidiaba "Casa de los Toreros", ganadería muy respetada por parte del aficionado torista. Novillada aceptable, muy pareja, salvo el que hizo segundo; animales serios por delante, no agresivos. Tenían morrillo, les faltaba culata; de pitones bien servidos, muy astifinos. Debemos agradecer a los ganaderos que velan por la integridad de los animales a lidiarse. Gracias.
Tras finalizar el sorteo, se creó en los exteriores de la plaza una animada tertulia. Pasó por allí el ganadero y se le deseó la mayor de las suertes. Se ponía atención a los comentarios de la gente que hablaba del regreso a los ruedos de Alberto Donaire; mucha ilusión en ellos.
A las cinco de la tarde, en la explanada de la plaza, se desplegó una pancarta que portaba un gran aficionado taurino, curtido en varias batallas, aseguró. En ella se podía leer: "La afición merece respeto, basta ya de vendehúmos". El caballero que la mostraba hablaba con indignación y con mucha amabilidad me atendió. La conversación fue larga y me explicó la situación actual de la plaza. Nada nuevo. Le di un apretón de manos y un sonoro "gracias".
Reaparecía Alberto Donaire tras siete meses de convalecencia, después de la cornada sufrida el pasado 9 de octubre. De las cornadas más graves en mucho tiempo. Junto a él actuaban Borja Escudero, que se había ganado el puesto tras resultar ganador del certamen de novilladas de la Comunidad Valenciana. Cerraba terna Nacho Torrejón.
Saludó una calurosa ovación el novillero riojano Donaire y comenzó la traca valenciana. Escudero abrió plaza con el 32, al que recibió bien, sin alardes. Habiendo actuado el picador, Alberto intervino en su turno de quites, excelente y solvente. En banderillas, nada destacable. El utrero apuntaba cosas buenas en la muleta, un gran pitón izquierdo. Borja no lo descubrió hasta el final, ya era tarde y no se pudo disfrutar. Con la espada, ninguno lo ve claro. Había "runrún" ante la salida de Escobero, novillo que facilitaría la reaparición de Donaire. No se pudo lucir de capa; le enganchó el novillo los trastos.
Agudo picó en exceso y, ya retirado, parearon de buena manera Carlos Donaire y Juan Marín; saludaron. La expectación que había al comienzo de la faena desapareció al instante: se mostró fría la gente y la música no sonó. Tampoco era necesario. Muy buenas tandas con la mano derecha, obligando al novillo y con una magnífica colocación.