Memorial de la dana. /EPDA
Panorámica del Puente de la Solidaridad hacia La Torre /EPDADe República de Rumanía a Castell de Cullera y, como nexo de unión, el puente que simplemente tenía como misión convertirse en pasarela y alcanzó el rango de símbolo de solidaridad y custodio del memorial a las víctimas de la dana. El recorrido de hoy enlaza una barriada y una pedanía y sobrepasa una autovía y un cauce.
Comienza en el carril compartido (aunque con una línea divisoria) para ciclistas y peatones tras el centro educativo Ciutat del Aprenent (¡Qué nombre más apropiado!).Lo hace orientado hacia unas casonas en avanzado estado ruinoso que configuran la calle República de Rumanía, en San Marcelino.
El lugar parece una loa al abandono, con enseres tirados entre higueras y muros en derrumbe.Incluso una lancha -como suena- tumbada de lado se acumula en este espacio recorrido a velocidad elevada (van en subida o bajada de rampa) por conductores de bicis y patinetes.
Empieza el ascenso al puente. De las alturas, lo mejor suele ser la panorámica que permiten contemplar.En este caso, volviendo la vista atrás, en el muro agrietado de lo que posiblemente fuera una alquería en República de Rumanía, en sus tiempos prósperos, una enorme pintada transmite un deseo: “Sé feliz”. El entorno de abandono no anima. O precisamente representa un mensaje de superación ante el decaimiento que transmite.
La siguiente visión tampoco evoca exactamente lo que suele catalogarse como felicidad. La configura el desguace de coches del centro educativo de Formación Profesional. Mejor mirar hacia el lado contrario, donde un placa, casi a ras de suelo, anuncia la ‘Nueva vía ciclopeatonal de conexión entre l’Horta Sud y la ciudad de Valencia desde la CV-400’.
Nombre insípido, instrumental, por el que ya poca gente la conoce, sobre todo desde que el Ayuntamiento de Valencia aprobó denominarla ‘Puente de la solidaridad’ por haber servido de senda para miles de voluntarios desplazados desde la capital hasta la pedanía de La Torre o a los municipios de Picanya o Paiporta para ayudar a liberarlos del fango y las inmundicias que dejó la dana del 29 de octubre de 2024. Por cierto, en la placa no pone fecha de apertura (2022) ni responsables políticos por entonces.
Ruido del tráfico, conversaciones de ciclistas, zumbido de patinetes… y graznidos de patos. Los sonidos del primer tramo de la pasarela peatonal más larga de Valencia. Abajo, el nuevo (aunque ya no lo sea tanto) cauce del río Turia exuberante de vegetación que prolifera sin control ni poda. Repleto de piedras de todos los tamaños y con espacios de agua encharcada.
Primer porche o soportal, con dos bancos de madera y doce cepos para bicicletas. El estruendo del tránsito de vehículos se difumina a mitad de la pasarela, cuando atraviesa de pleno el cauce. Los patos proliferan abajo y, por un momento, te inducen a trasladarte mentalmente a otro lugar con sus cuac-cuac.
Llega la parada imprescindible: la del recuerdo, la de rememorar el drama, la de retrotraerse al día de la tragedia y a los inmediatamente posteriores: el memorial improvisado a las víctimas de la dana, con dos enormes caballetes de madera cruzados bajo la valla de seguridad y una cincuentena de cirios redondos.
“Queremos dar las gracias a todas las personas que han venido a ser partícipes de la creación de este memorial”, queda escrito en tiza sobre una pizarra. Tres bancos de madera –uno de ellos calcinado– permiten detenerse para contemplar la perspectiva inmensa del cauce y meditar ante el recuerdo a las víctimas. Acercándose a este tramo, un equipo de limpieza vacía las escasas papeleras instaladas en la pasarela.
Continúa el camino, ese que tantos voluntarios recorrieron en noviembre de 2024. Debajo queda la pista de arena aplanada para el tránsito de camiones de limpieza que levantan polvareda a su paso.
“Nos disteis vida cuando + vida necesitábamos, aire cuando nuestros pulmones se llenaron de agua y barro. Nos disteis la mano cuando no teníamos a qué agarrarnos. Gracias, voluntarios, porque fuisteis luz cuando no teníamos esperanza”.La frase, escrita a lo largo de unos 20 metros en la conjunción entre la barandilla y el suelo del puente, emociona.
Así se llega al final de los alrededor de 300 metros de pasarela, donde se bifurca. A la izquierda, a 0,1 kilómetros, se desciende hacia La Torre; a la derecha, a Picanya (4 kilómetros) y Paiporta (1,8). En dirección contraria, a 5,2 kilómetros, algo más lejos, queda el centro de Valencia.
Giro en dirección a la rampa que conduce a los dos municipios de l’Horta Sud antes citados, con la barraca del Tío Cotofio (o Tonet) debajo y, más allá, el monumento que recuerda al ingeniero Jorge Meliá Lafarga, con una estructura singular que muestra cuatro siluetas de bicicleta metalizadas pendiendo de un mástil.
Un pequeño parque entre descampados aporta un remanso de paz, que interrumpe un hombre sentado en un banco y hablando en un lenguaje ininteligible a voz en grito. Es de esas personas que pone el altavoz y vocifera a un palmo de distancia del teléfono móvil, como si pretendiera compartir su conversación con cualquiera que pase.
Giro hacia La Torre al descender del puente: descampados, bloques nuevos y grisáceos de viviendas, una cancha de baloncesto… Contrastes que se amplían con el complejo demacrado de pisos entre las calles Joan Miró y Castell de Corbera, cerca de la plaza Castell d’Enguera, con más fisonomía de calle que de la citada plaza o de castillo. Realmente se trata de una plazoleta troceada y cortada por tramos de viviendas.
Desde aquí, desembocadura en otra calle con denominación de castillo: Cullera, con el colegio Padre Manjón como principal referente.Los portales con cúspide en forma de media luna dan algo de visos de realidad a esa asimilación urbana de castillo.Más adelante, la carretera d’Álba, que enlaza con el avenida Real de Madrid.
Antes, la plaza de Dorotea y Margarita Juanes emerge de manera singular, ya que uno de sus laterales lo copa el centro educativo y, el otro, la iglesia parroquial.
Hasta aquí llega este Curioseando Valencia, justo donde comenzó el publicado el pasado mes de enero recorriendo la pedanía de La Torre, un lugar que la dana convirtió en icono de la tragedia y que ha labrado una singular esencia de contrastes.
Calle Castell d?Enguera (La Torre) /EPDA
Calles República de Rumanía (San Marcelino) /EPDA
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